Mortalidad perinatal


 

ESTRATEGIA NACIONAL DE SALUD
 Para el cumplimiento de los Objetivos Sanitarios de la Década 2011-2020

 

 

4.1.- Disminuir la Mortalidad Perinatal

 

Análisis de Situación


La salud de las madres y los recién nacidos se encuentran intrínsecamente relacionadas, de modo que prevenir sus enfermadedes y muertes requiere la aplicación de intervenciones que muchas veces los aborda de manera conjunta. 


SI bien en Chile los indicadores clásicos de salud materna y perinatal se mantienen dentro de buenos estándares, en los últimos años se ha evidenciado algún grado de estancamiento. La meta propuesta en los Objetivos Sanitarios de la década pasada, de reducir la mortalidad materna a 12,0 por 100.000 Recién Nacidos Vivos (RNV), no fue cumplida, y no existe seguridad en la consecución de la meta del Objetivo del Milenio de 10,0 por 100.000 RNV al 2015.
Al analizar estos indicadores, se observa que un importante porcentaje de estas muertes siguen siendo muertes prevenibles. La evidencia reconoce que la prevención requiere optimizar la calidad de los procesos de atención, en cuanto a acceso, oportunidad, competencias y tecnología disponible (Bambra et al., 2009). La tasa de mortalidad materna se ha mantenido relativamente estable en la década.

En el año 2000 fue de 18,7 por 100.000 RNV, equivalente a 49 muertes, con un leve aumento los años 2005 y 2006, (19,8 y 19,3, respectivamente). El 2008 alcanzó una tasa de 16,5 por 100.000 RNV (41 muertes) (DEIS). El envejecimiento poblacional de las mujeres en edad fértil, sumado a la postergación de la maternidad, ha producido un aumento de los nacimientos en mujeres de 40 o más años, lo que explica que las enfermedades concomitantes sean en la actualidad una causa importante de muerte materna en Chile. Según causa, el año 2008, la mayoría de estas muertes se debieron a: preclampsia-eclampsia (11 madres) y a enfermedades del aparato circulatorio (10 madres). En menor medida se presentaron embarazo ectópico, aborto y hemorragia obstétrica, que en total sumaron 7 muertes.


Respecto a la morbilidad durante el embarazo, en el año 2009, el 40,3% de las embarazadas fueron referidas a Alto Riesgo Obstétrico (ARO) en el nivel secundario. El motivo de esta derivación fue: cesárea anterior (13,0%); diabetes mellitus (10%); Restricción de Crecimiento Intra Uterino (RCIU) (6,8%); HTA–preclampsia (6,0%); amenaza de parto prematuro (5,3%); sífilis (3,4%); y por otras patologías (55,3%) (DEIS, 2009).

La prevalencia de obesidad en embarazadas de la red asistencial del Sistema Público alcanzó un 20% en los años 2007- 009. La obesidad materna es un factor de riesgo significativo en la gestación. Entre las complicaciones que se asocian a ella se encuentran: síndrome metabólico; preeclampsia; enfermedad hipertensiva del embarazo; diabetes gestacional; parto de pretérmino; y muerte fetal in útero, entre otras (Catalano P., 2006). Además, la obesidad aumenta el riesgo de parto por cesárea, de fracaso de parto vaginal, de distocia de hombros y de desgarros (Cedergren M. et al., 2005).
 

Cuando se examina el motivo de ingreso por urgencia a los servicios de obstetricia del sector público, se aprecia gran heterogeneidad de diagnósticos, sin embargo, destacan: preclampsia severa-eclampsia (2,5%); HELLP (0,2%); parto prematuro (4,7%); hemorragia primer trimestre (3,2%); hemorragia segundo trimestre (0,6%); hemorragia tercer trimestre (0,8%) (DEIS, 2010). Por otra parte, la proporción de cesáreas sobre el total de partos es un indicador de la calidad de la atención materna perinatal. La OMS ha señalado que la tasa óptima de cesáreas se encuentra entre 15 y 20% (OMS - OPS 2007), sin embargo, en el sistema público de salud, las cesáreas representaron entre 35% a 37% del total de partos, entre los años 2007 y 2010 (DEIS), mientras que en el sistema privado, las cesáreas alcanzaron un 66% del total de partos del año 2009 (Superintendencia de Salud).
 

Respecto a la mortalidad perinatal, ha presentado un aumento gradual tanto en la tasa de mortalidad fetal de 22 semanas y más (4,8 a 5,5 por 1.000 RNV) como en la tasa de mortalidad neonatal precoz (3,7 a 4,5 por 1.000 RNV) (DEIS, 2008). Según causa de muerte, el año 2008, de un total de 2.167 muertes fetales, los porcentajes más altos correspondieron a: complicaciones de la placenta, del cordón umbilical y de las membranas (28,0%); hipoxia intrauterina no especificada (23,4%); y muerte fetal de causa no especificada (13,9%). Las malformaciones congénitas tuvieron una presencia menor (7,1%) (DEIS, 2008). El parto prematuro constituye un poco más del 5% del total de partos en Chile. En términos generales, el riesgo de muerte de un prematuro es 20 veces mayor que el de un RN de término (MINSAL, 2010). Si se excluyen las malformaciones congénitas, gran parte de la mortalidad perinatal (75%) ocurre en RN prematuros.
Sobre la salud del recién nacido, se destaca que el bajo peso al nacer se presenta en el 5,9% de los nacimientos en Chile, muy correlacionado al parto prematuro (2008, DEIS). Los nacidos de muy bajo peso de nacimiento (menos de 1.500 g), representan el 1% del total de nacimientos y contribuyen con un 43% de la mortalidad infantil. El RCIU en los países de la región tiene una prevalencia que oscila entre el 12% y el 17% de todos los RNV (CLAP/SMR, 2008); y presenta un riesgo de asfixia siete veces superior, y una tasa de mortalidad perinatal ocho veces mayor, cuando se los compara con los recién nacidos de peso adecuado para la edad gestacional. Esto es aún más grave cuando se asocia con prematurez. Es importante destacar que en Chile, a pesar de los elevados indicadores de control de embarazo (99,4% al menos un control), y de atención profesional del parto (99,8%), sigue siendo un desafío mejorar el ingreso precoz al control del embarazo.
Ejemplo de ello es que aún nacen niños con sífilis.  Según información del sistema de Enfermedades de Notificación Obligatoria (ENO) en el año 2008 se notificaron 68 RN con sífilis congénita y 376 embarazadas con sífilis. Junto a la sífilis congénita se encuentran otras enfermedades infecciosas causante de morbimortalidad perinatal, dentro de las cuales destaca el Síndrome de TORCH (Toxoplasma gondii, Rubéola, Citomegalovirus, Herpes Virus, y otros). La prevalencia en Chile de infección materna activa durante el embarazo por cualquier agente es de 17%, ya sea por primoinfección o recurrencia. Esto sin considerar la Enfermedad de Chagas y VIH/ SIDA. El riesgo de infección transplacentaria es de 2%, mientras que el de infección perinatal es de 10%. Algunos de sus efectos son prevenibles como en el caso de la rubéola, o bien pueden ser tratados cuando existe un diagnóstico precoz (Valdés E. et al., 2005).
Otro factor importante a considerar, es la enfermedad invasiva del recién nacido por estreptococo del grupo B. La transmisión se produce desde la madre colonizada (20-30% de todas las mujeres embarazadas) al hijo por vía transplacentaria, ascendente o, principalmente, durante el trabajo de parto y parto. Aproximadamente el 50% de los recién nacidos de las madres colonizadas serán a su vez colonizados durante el parto, y el 2% de estos desarrollará una enfermedad invasiva. La incidencia de sepsis precoz por estreptococo B en el recién nacido es variable, con un rango entre 0,2 a 3,7 por 1.000 RNV, y la incidencia de sepsis tardía, entre 0,3 a 1,8 por 1.000 RNV. La mortalidad se estima entre 2% y 5% en niños de término, con un riesgo aumentado de hasta más de 25% en prematuros (Cruz O. et al., 2008).  El objetivo de la meta de impacto seleccionada para esta etapa del ciclo vital corresponde a disminuir la mortalidad perinatal. Este objetivo reúne tanto los esfuerzos destinados a mejorar la atención obstétrica, como la del recién nacido en etapa temprana.

 

A continuación se presenta la evolución y proyección de la tasa de mortalidad perinatal y la de sus componentes (tasa fetal tardía y tasa neonatal precoz).

 

 

 


 

 

Estrategias


En Chile las altas coberturas de atención profesional prenatal y del parto se basan principalmente en la función desempeñada por la Atención Primaria, como también por los equipos especializados en los niveles secundarios y terciarios. Junto a estos se han implementado diversas estrategias en la mejoría de la atención del embarazo, como por ejemplo la elaboración de normativas. Entre ellas se pueden mencionar: manual de lactancia materna; guía perinatal; guía de neonatología; manual de atención personalizada en el proceso reproductivo; y normas de regulación de fertilidad. Además se desarrolló el curso ALARM en emergencia obstétrica el año 2008, con asesoría internacional, dirigido a médicos obstetras y matronas/ es de la red asistencial del sistema público. También se ha realizado capacitación y actualización continua en atención integral del recién nacido a profesionales matronas de la red asistencial del sistema público.


Dentro de la promoción y apoyo en lactancia materna, se inició la acreditación de establecimientos amigos del niño y de la madre, y de manera muy gravitante, se implementó la Política del Sistema Integral en la Primera Infancia, la cual considera intervenciones dirigidas específicamente a la gestación, entre muchas otras.


En todas estas iniciativas se ha contado en los últimos años con la participación de actores relevantes, como la de la Sociedad Chilena Obstetricia y Ginecología y la Sociedad Chilena de Neonatología. Por su parte la CONALMA (Comisión Nacional de Lactancia Materna, conformada por la UNICEF, Sociedades Científicas, Colegios Profesionales y Universidades) ha asesorado de manera importante al MINSAL en la promoción y apoyo a la lactancia materna. El Comité de Ministros por la Infancia impulsó la formulación de la Política Infantil más arriba mencionada, y que contó con la concurrencia de un trabajo intersectorial con el Ministerio de Educación: JUNJI, Fundación INTEGRA, Ministerio de Planificación y Municipios.

 

Para el cumplimiento de la meta de impacto se han identificado tres grupos de estrategias que se proponen, las cuales presentan sustento en la evidencia: (1) identificación y manejo oportuno de mujeres embarazadas que presentan factores de riesgo modificables; (2) acceso a diagnóstico y tratamiento oportuno y de calidad, de la patología materna y fetal tratable; y (3) un sistema que permita monitorear la morbimortalidad materno fetal mediante auditorías de muertes maternas y perinatales. Respecto al primer grupo de estrategias, se ha demostrado que la suplementación proteico-energética equilibrada estimula el crecimiento fetal y puede reducir el riesgo de muerte fetal y neonatal (Kramer M. et al., 2008). Del mismo modo, el suplemento preconcepcional del ácido fólico se asocia con una reducción del 50% a 70% en la incidencia de parto prematuro espontáneo temprano (Bukowski R. et al., 2009). Para el manejo de estos y otros factores, se plantea aumentar la cobertura de los controles preconcepcionales, al igual que el control por nutricionista en embarazadas con sobrepeso u obesidad. De igual manera, se plantea aumentar la pesquisa y derivación adecuada a niveles secundarios de atención, de aquellas gestantes con factores de riesgo.


El tamizaje de colonización por el estreptococo del grupo B, posee evidencia de alto nivel, que señala que el cultivo ano- genital durante el período prenatal tardío y la ampliación del manejo antibiótico contra el estreptococos del grupo B y otras infecciones bacterianas graves en la infancia temprana, pueden resultar medidas efectivas para reducir la mortalidad perinatal (Yancey et al., 1996; Colbourn et al., 2007).


Respecto al segundo grupo de intervenciones, si bien la mayoría de las embarazadas y fetos de alto riesgo que requieren cuidados especiales pueden identificarse en la etapa prenatal, aproximadamente un 25% de estas embarazadas no presentan factores de riesgo evidentes en dicha etapa. Es por esto que todos los niveles de atención perinatales deben estar preparados para diagnosticar situaciones de riesgo y entregar la asistencia en los casos necesarios.

 

La formación y capacitación de equipos de salud de emergencia obstétrica permite una disminución en los errores médicos (Hounton et al., 2009; Joost et al., 2008), una mejora en el acceso a atención obstétrica de emergencia y una disminución en la mortalidad materna. Mediante cursos de actualización, idealmente certificados y altamente supervisados, también es posible disminuir la letalidad del recién nacido (Dumont et al., 2009; Hounton et al., 2009) y proveer una mejoría sostenida en la gestión clínica (Birch et al., 2007).

 

Junto con esto, se debe disponer de un sistema de transporte bien equipado y con personal altamente capacitado para trasladar a la embarazada y recién nacido que lo requiera. Siempre que sea posible, debe preferirse el transporte prenatal de la madre y facilitar el nacimiento en un centro de mayor complejidad (Novoa M. et al., 2009). En la actualidad la Guía Perinatal vigente, del año 2003, no define los estándares de transporte perinatal, ni tampoco los de una red obstétrica equipada para manejo del alto riesgo obstétrico y neonatal.


En el último grupo de estrategias, se reafirma la necesidad de mejorar la cobertura de auditorías de las muertes maternas, perineales y de parto prematuro, ya que son un importante elemento para la identificación de las causas evitables de muerte, principalmente las perinatales (Kidanto et al., 2009).